Ya hace algunos años que terminé mi formación universitaria.
Fue entonces cuando, como la mayoría, comencé a adentrarme en el mundo laboral con pasos dubitativos y mucha incertidumbre, pero con la curiosidad intacta.
Pensaba como sería eso de trabajar en un archivo, ver los legajos que el tiempo había ido depositando en aquellas salas, tener que realizar tratamientos archivísticos de descripción de documentos que, quizá, ya habían sido olvidados por la historia y recuperarlos para la memoria colectiva de la sociedad.
Me preguntaba también si habría suficientes salidas laborales en este sector pues, aunque me apasionaba, empezaba a entender que era un trabajo cada vez más obsoleto y con menos demanda. Al fin y al cabo los documentos digitales empezaban a comer el terreno a los documentos contenidos en legajos seculares.
Me preguntaba qué papel podría desempeñar yo en mitad de este gran cambio, como podrían encajar mis conocimientos y aptitudes en la incorporación al mundo laboral.
Y nunca tuve la oportunidad de hacerme una idea hasta el día que tuve la suerte de empezar a trabajar.
Con el paso del tiempo comprendí que ni mucho menos nuestra profesión está “muerta”, seguimos siendo fundamentales como profesionales especializados en la gestión de la información:
Los documentos cuentan historias y ofrecen informaciones muy valiosas, pero también lo hacen los ceros y unos. Me di cuenta que la custodia de los documentos, antes realizada físicamente, ahora continuaba de manera digital. Que la salvaguarda de la información en las empresas era fundamental.
Que cada vez nacen más documentos digitales pero que siguen siendo necesarios perfiles como los grabadores de datos que permitan pasar un gran volumen de información desde el papel hasta la pantalla de un ordenador, perfiles como los archiveros que organicen grandes volúmenes de información y la estructuren de manera lógica, etc.
Que nuestro papel en todo esto no ha hecho más que continuar y transformarse, que las empresas necesitan gestores de la información más que nunca, que existen múltiples caminos para nuestro desarrollo profesional.
Pero hasta no empezar a trabajar en este mundo no podía saberlo. Nadie nunca me lo dijo.
Nunca tuve la oportunidad de preguntar in situ, en empresas, a profesionales de las mismas, que me clarificaran un poco todo esto.
Por eso valoro de manera muy especial acciones como la que Normadat realiza con los alumnos de universidades como la Complutense de Madrid, escuelas talleres de archivos y otros talleres de empleo relacionados con el sector.
El pasado 14 de junio, un grupo de alumnos que están estudiando un Certificado de Profesionalidad denominado Operaciones de Grabación y Tratamiento de Datos y Documentos pudo visitar nuestras instalaciones.
Nos visitaron 14 alumnos de un grupo que está estudiando capacitaciones para la grabación y el tratamiento de datos, textos etc. y Gregorio Manzano, que lleva la dirección comercial de Normadat, se puso a su disposición para mostrarles cómo funciona por dentro una empresa del sector laboral para el que se están preparando.
Pudieron conocer las instalaciones, la mecánica del trabajo y, sobre todo, pudieron preguntar e informarse de primera mano de un profesional del sector.
Se interesaron por saber si se digitaliza todo lo que entra, si se guarda en custodia o se devuelve al cliente, si el papel va a desaparecer y con él nuestro futuro laboral, si se contrata a personal…
Todas las preguntas que yo también me hice en su momento.
La diferencia está en que yo no tuve la suerte de encontrar a ningún Normadat me abriera sus puertas y me enseñara sus instalaciones (me consta que quedaron sorprendidos con el tamaño de las mismas y el alto nivel de seguridad), que respondiera a mis preguntas e inquietudes y me aclarara en qué punto se encuentra mi futura profesión y, sobre todo, me tranquilizara explicándome que personas de mi perfil pueden encontrar un futuro entre sus filas.
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