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“Renovarse o morir”. Esta es una máxima perfectamente aplicable al mundo de la pequeña y mediana empresa. En un mercado cada vez más competitivo y exigente, el que no sigue la estela de la reducción de costes y la maximización de beneficios está condenado a la extinción.



Las compañías persiguen un cambio de paradigma en los procesos empresariales, gracias a la tecnología se pueden acotar funciones operacionales y estratégicas con el fin de separarlas de tareas que no aportan valor pero consumen tiempo y recursos. La transformación digital empuja a repensar los procesos tradicionales para hacerlos más eficaces y eficientes. La madurez tecnológica permite determinar el grado de competitividad en el que una empresa se posiciona en el mercado ya que condiciona el coste y la calidad de un servicio o producto frente a la competencia que no consigue ser tan eficiente en el proceso productivo.  

La tecnología se vuelve un factor determinante de éxito comercial ya que, además de darnos una ventaja competitiva frente a otros actores de la competencia, ayuda a ofrecer un servicio más rápido y personalizado, ya sea por incidencia directa o bien por ofrecer un servicio de backoffice que posibilite concentrar recursos en la parte core.

Con la irrupción de mejoras tecnológicas también suele ser normal conseguir un ahorro de costes gracias a la automatización de procesos repetitivos que pueden ser delegados en las máquinas para que los trabajadores de la empresa puedan centrarse en tareas que sí aportan un valor real y, por tanto, se consiguen nuevas mejoras en el servicio o producto ofrecido al cliente. Por otro lado, la inversión en recursos tecnológicos en el ámbito de la información y el gobierno de los datos permite mejoras en los análisis de información en cualquier campo o área de la compañía que permite una mejor toma de decisiones. En definitiva, la tecnología puede ayudar a la dirección de la empresa a repensar modelos de negocio en aras de una mayor eficiencia, tanto en la parte de backend, como frente al cliente o ayudando en la toma de decisiones gracias a una mayor y mejor información del negocio.

Tecnología y competitividad
Tecnología y competitividad

Una empresa podrá acercarse más al éxito si es capaz de adaptarse al mercado actual, y a este acercamiento puede ayudar la tecnología bien utilizada. Tanto en productos como en servicios la tecnología es una puerta de entrada a la competitividad en el mercado ya que permite obtener, al menos temporalmente, una ventaja competitiva frente a la competencia ya sea a través de la creación de nuevos productos o bien a través de las mejorías técnicas ya existentes en el proceso de fabricación de los productos. Ya no solo basta solo con suministrar productos con una mejor calidad y precio frente a los de la competencia, sino que también es preciso ofrecer al cliente mejores plazos de entrega, simplificando los procesos del pedido y ampliando sus garantías. Si a todo esto le añadimos la posibilidad de obtener un mayor gobierno de los datos utilizados podemos concluir sin miedo a errar demasiado que la tecnología se vuelve imprescindible tanto para generar mejoras internas como para optimizar el sistema de producción externa.

Pero aunque es plausible la idea de la existencia del binomio “inversión I+D = mejora de la rentabilidad en ventas” la innovación implica un enorme riesgo. Conseguir esta ventaja tecnológica exige una inversión económica así como en forma de tiempo y recursos humanos que puedan liderar el cambio dentro de las empresas, y esto no siempre es posible dentro del sector de las PYMES. Existen factores que determinan la inversión tecnológica. El primero de estos factores es asegurar un retorno de la inversión (ROI) en forma de aumento de ingresos o reducción de costes en un plazo de tiempo determinado. El segundo factor que determina la inversión es la existencia de un conocimiento previo de la tecnología dentro de la empresa que avale su adopción y su posible velocidad de adaptación, ya que la difusión de la misma debe ser potenciada por una facilidad de uso contrastada que permita vencer las reticencias internas al cambio.

En la pequeña y mediana empresa los factores relacionados con la demanda del mercado y con el avance del estado tecnológico son los que hacen posible aceptar el riesgo que supone innovar. La innovación requiere cambios a nivel organizativo que posibiliten una alineación total entre la parte de gerencia, inversión tecnológica y la parte de negocio.

La inversión en palancas de innovación suele tener un rendimiento positivo en la mejora de productos y servicios ya que, además de incidir directamente sobre éstos, posibilita una mejor gestión en las relaciones con clientes y proveedores que, a su vez, repercuten como factores determinantes para el éxito de productos innovadores. Por tanto, la innovación puede incidir en los productos comercializados, en los procesos productivos, en la organización interna de la empresa (adaptándose equipos de trabajo y estrategias de negocio) y, por supuesto, tener su influencia en el mercado externo a través de nuevos métodos de comercialización de los productos (nuevos diseños, tarificaciones, promociones…).

Las PYMES son la principal fuente de generación de innovación precisamente por su vulnerabilidad a los cambios del mercado, lo que las obliga a estar en constante evolución y poseer la flexibilidad necesaria para no quedarse atrás, monitorizar el entorno y conocer el grado de madurez tecnológica de la competencia. Constituyen gran parte del tejido empresarial español, son fuente de riqueza y tienen la obligación de tener la capacidad de adaptación necesaria para sobrevivir en un mercado fluctuante que se encuentra siempre en permanente cambio.