Hoy se celebra el día internacional de los Archivos como manera de recordarnos preservar la memoria de estos centros, auténticos garantes del saber.
Hoy, miércoles 9 de junio, celebramos el Día Internacional de los Archivos desde el año 2007. Este año el Consejo Internacional de Archivos nombró este día como el Día Internacional de los Archivos haciéndolo coincidir con el día de su propia fundación en 1948, bajo la protección de la UNESCO:
"Los archivos custodian decisiones, actuaciones y memoria. Los archivos conservan un patrimonio único e irremplazable que se transmite de generación en generación. Los documentos son gestionados en los archivos desde su origen para preservar su valor y su significado. Los documentos son fuentes fiables de información que garantizan la seguridad y la transparencia de las actuaciones administrativas. Juegan un papel esencial en el desarrollo de la sociedad contribuyendo a la constitución y salvaguarda de la memoria individual y colectiva. El libre acceso a los archivos enriquece nuestro conocimiento de la sociedad, promueve la democracia, protege los derechos de los ciudadanos y mejora la calidad de vida."Como vemos, los archivos son fuentes fiables de información y en esta línea siguen trabajando hacia el futuro gracias a los nuevos avances tecnológicos.
Si retrotraemos la mirada, hacia sus orígenes, podemos ver que los archivos están íntimamente ligados con la aparición misma de la escritura. La necesidad humana de preservar sus leyes y su memoria es tan antigua como sus inicios de organización en sociedad. Podemos acudir a la era antigua para entender que los códigos o leyes ya se custodiaban en fondos documentales organizados desde imperios en Asia o Grecia hasta Roma o Egipto.
Desgraciadamente para los archivos la arqueología, históricamente, ha procurado cuidar más el contenido y conservación de los textos y los documentos, que reconstruir su propia organización y sistematización, es decir, los archivos. A pesar de esto, tenemos constancia de algunos yacimientos muy especiales como el de los archivos reales de Ugarit. Por otra parte, nuestro conocimiento del tabularium en el mundo clásico occidental (griego y el romano), nos viene dado a través de fuentes indirectas (historiadores, restos arqueológicos…) que poco nos permiten conocer del, seguramente, vasto sistema de organización archivística del que disponían. Sabemos que el archivo surge del archeion griego, que luego desemboca en el término latino archivum. Sabemos que ya por aquel entonces el archivum poseía un marcado carácter público y que contenía documentos necesarios para el gobierno y la administración de sus sociedades.
En la Edad Media, con la caída del Imperio Romano, se va perdiendo también el documento escrito y el derecho romano es sustituido por el Germano, mucho más oral y testimonial, con una tradición en la que la información pasaba de boca en boca, con las gravísimas repercusiones que eso tuvo para los documentos escritos. Esta situación no iría revirtiéndose, muy poco a poco, hasta comienzos del siglo VI con la llegada de la Regla Benedictina (Ora et labora) y sus actividades monacales de copia de textos y la creación de los códices, formato que se prolongaría durante siglos y sería conservado en los centros del saber de entonces, los monasterios.
Ya en la alta Edad Media la recuperación del Derecho romano y el procedimiento administrativo sientan las bases para una nueva organización archivística en el que se observan distintos modos de clasificación en función de la naturaleza o interés de sus asuntos. La agrupación documental en cartularios como libros de carácter fiscal y de naturaleza económico-administrativa se mantiene en los centros donde se custodian para dar fe de diversos asuntos tales como tratados, testamentos, minutas y registros de transcripción en las Cancillerías o piezas judiciales en los tribunales, entre otros.

Con el paso de los siglos la complejidad administrativa fue mayor y se necesitaron crear sistemas de archivos más especializados según los asuntos y la información que manejaran, por ejemplo, asuntos locales, eclesiásticos, de la Corona…
La creación de los archivos del Estado culmina en el reinado de Felipe II con la concentración de todos los archivos en la Chancillería de Valladolid, centralizándose en el castillo de Simancas todos los archivos procedentes de los órganos administrativos del Reino. Es en este momento cuando podemos empezar a pensar en la figura de archivo como lo podemos concebir hoy (salvando las distancias).
Este “modelo archivístico” se exporta a otros países y se irá perfeccionando hasta llegar al siglo XIX y su Principio del Respeto de los Fondos, verdadero inicio del desarrollo archivístico y, por ende, de los archivos tal y como los conocemos hoy en día. Cabe destacar en este periodo previo al siglo XIX, la aparición del Methoden archivorum seu eadem textendi ac disponendi (1684) de Nicolo Giussani cuya importancia destacamos al tratarse de un compendio encaminado a solucionar problemas de la organización y la descripción de fondos documentales a través de un modo de clasificación de la documentación según la naturaleza de los actos que contuvieran sus líneas.
Ya entrado el siglo XIX se producen procesos de revisión historiográfica que generan movimientos de formación profesional en archivística inventariándose fondos, creándose guías y acercando la disciplina hacia una profesionalización que culminará a finales de siglo XIX y principios del XX y que seguirá perfeccionándose.
A partir de aquí, los logros obtenidos son mucho más conocidos dentro del desarrollo archivístico como la división de archivos históricos y administrativos, la gestión de fondos administrativos y fondos históricos, la incorporación a la archivística de otras disciplinas como la paleografía o la diplomática y así sucesivamente hasta desembocar en el principio de transferencias periódicas que en nuestro país se consolida en el sistema archivístico que conocemos hoy en día.
Con este repaso rápido y somero al mundo de los archivos, queremos poner nuestro granito de arena en este día tan especial para los centros del saber. Ya que, sin los archivos y su memoria solo nos quedarían suposiciones, dudas y tinieblas en el conocimiento de la humanidad.